Eduardo Pavslosky, el autor, el actor y el psicoanalista

– “Me pregunto, ¿para qué existimos?… –  

Eduardo
Eduardo “Tato” Pavlovsky, en octubre de 2010.

El intelectual argentino Eduardo “Tato” Pavlovsky era deportista, se recibió de médico psicoanalista y posteriormente llegó al teatro como actor y luego incorporó la tarea de dramaturgo. Si bien nunca
sintió la necesidad de abandonar alguna de sus múltiples actividades, confiesa que cuando regresó de su exilio en España sintió que debía prevalecer sólo una ellas, pero pronto desechó esa idea.

C.H. -¿Hay un hecho puntual que marca la llegada del teatro a su vida?
E.P. – Hay dos hechos puntuales; en el año 1954 con un grupo de amigos hicimos, la comedia “Tovarich” de Jacques Deval. Al entrar al escenario tuve la rara sensación de pertenencia a ese ámbito. Un año después, y ya dedicado al psicoanálisis, vi la obra “Esperando a Godot” y en esa obra están expresadas angustiantes preguntas que aún me hago y que no tienen respuesta psicológica definida,
C.H. -¿Cúales son esas preguntas que se hace?
E.P. – Me pregunto, ¿para qué existimos? ¿Qué sentido tiene todo esto?
C.H. -Y que estén en esa obra le impactó…
E.P. – Fue un impacto conmocionante. Entonces quise acercarme al teatro, pero en esa época un médico no podía ser actor.
C.H. -¿El ámbito teatral argentino era tan cerrado como para no permitirlo?
E.P. – Al revés, el hecho de ser psicoanalista me lo impedía. Porque hay algunos escritos de Freud que son duros con el actor al decir que son personas inmaduras que necesitan completar su yo con el espectador. Pero me di cuenta de algo que a mis 76 años aún afirmo, que es que cuando el psicoanalista desconoce la trama argumental del que habla, la interpreta.
C.H. -¿Considera que cada espectador o lector también tiene su propia interpretación?
E.P. – Sí. Creo en lo que dice Umberto Eco sobre la obra abierta, que en el hecho del arte significa la pluridimensionalidad de la visión de cada espectador tejiendo la propia historia entre el hecho estético y su mundo.
C.H. -¿Y si un espectador le da una visión diferente a la suya sobre algo que usted escribió?
E.P. – Hay una línea ideológica definida en mi teatro que para mi es rebatible. En la obra “Potestad” señalo un hecho histórico de tiempos de la dictadura en la Argentina como es la apropiación de niños, pero hay subjetividades porque en esa época se enfrentaron dos bandos pero también había mucha gente fuera de ellos que no se sentía perseguida y es la que puede rebatir.
C.H. -En “Potestad” usted instala la idea de que un torturador también puede estar capacitado para amar.
E.P. -Y eso causó una gran polémica porque yo decía que se confundía el juicio de valor con la formación de subjetividad del protagonista que sufre cuando considera que le roban a su hija pero no tiene en cuenta que él ha robado esa niña a sus verdaderos padres. Los sentimientos y lo que pasa por su cabeza forman su subjetividad y no tienen nada que ver con el juicio de valor de lo que hace.
C.H. -Para eso, al ser psicoanalista, ¿no tiene ventaja sobre otros autores teatrales que no lo son?
E.P. – No. Porque los psicoanalistas sabemos más sobre el inconsciente y la subjetividad se hace sobre el preconsciente. El inconsciente no sabe lo que hace, a muchos eso les sirve de excusa, pero en el estado consciente hay gente que ha llegado hasta a matar por admiración.
C.H. -¿Usted admira a alguien?
E.P. – A algunos intelectuales como Cesar, por estar comprometido en la política diaria y a El Che, a quien admiro fanáticamente.
C.H. -¿Cree que Guevara era un intelectual?
E.P. – Lo creo. Fue un intelectual raro, guerrillero, pero me parece un intelectual de altísimo nivel, con una coherencia entre lo que sentía, lo que hacía y lo que decía. Edward Said dijo que un intelectual tiene la obligación de opinar sobre la sociedad que le dio su formación. A mí me llamaron para ser integrante de la lista Carta Abierta y pensé que se me llamaba en calidad de intelectual crítico, pero no fue así.
C.H. -¿Cuándo tomó conciencia de que usted era un intelectual?
E.P. – A mí se me mezclaban las ideas. He sido deportista y con este físico no doy la imagen de intelectual, pero me fui formando con lecturas y sobre todo por estar cerca de personas más inteligentes que yo que me daban sus opiniones.
C.H. -¿Quiénes son más inteligentes que usted?
E.P. -Puedo nombrarle a Alberto Ure en teatro y a Baremblit en psicoanálisis, sabían más y pensaban mejor que yo. Dentro del psicoanálisis también admiré a Emilio Rodrigué y llegué a hacer una película, “Heroína”, con el guión basado en una de sus novelas.
C.H. -Fue actor en muchas películas pero desarrolló más la actuación teatral.
E.P. – Me considero actor de teatro y no de cine. Creo que las películas son del director. Me costó mucho disciplinarme para ser actor cinematográfico. Recién ahora puedo decirle que soy buen actor de cine (sonríe) pero en teatro soy mejor,
C.H. -En el teatro argentino se lo considera actor del under.
E.P. – Yo elegí una línea under porque es más afín con mi ideología y pude hacerlo porque siempre viví de mi profesión de psicoanalista. Pero no quiero hacerme el purista porque si no hubiera tenido los medios que tuve quizá hubiera hecho televisión
C.H. -Es médico, psicoanalista, actor, autor y deportista. ¿Nunca pensó dejar alguna de esas actividades?
E.P. – No. Aunque tuve dudas existenciales cuando volví del exilio en España, donde vivía muy bien, y no sabía cual de esas actividades ejercer en Buenos Aires. Pero, finalmente, me asumí como un todo.

Eduardo Pavslovsky, se definía como un “todo” y para el teatro argentino eso fue lo que significó. Murió el 4 de octubre de 2015, exactamente cinco años después de que, amablemente, concediera esta entrevista en su casa del barrio de Belgrano de la ciudad de Buenos Aires.
Carlos Herrera

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