Además de los cinco largometrajes, cuyos comentarios pueden leerse clikeando aquí, que se presentaron en el 10° Festival de Cine Inusual, completaron la competencia las cinco películas que se comentan a continuación.
Largometrajes ficcionales
El manifiesto de lo invisible, de Florencia Juárez. Quizá la película más reflexiva del festival con la historia de un joven que elabora el duelo por la pérdida de su madre. Un filme lleno de simbolismos, en el que la directora puso énfasis en lo corporal por sobre los diálogos. El Jurado del Premio Alberto Farina otorgó a este filme la Mención al Mejor Tratamiento de la Historia “porque logra construir, con inusual precisión, el universo materno del protagonista”.
Morón City Blues, de Pablo Guallar. En esa película el espectador puede tener la sensación de que su desarrollo es demasiado sombrío para enmarcar la historia de una pareja que decide instalarse por su cuenta sin medir las consecuencias de esa determinación. En compensación el director se preocupó porque las actuaciones se basaran en composiciones que por sí solas pudieran armar escena cinematográfica y lo consiguió de tal manera que el resultado fue que el Jurado Oficial otorgara a la protagonista, Florencia Dadidovich, el premio a la Mejor Actriz (compartido) y además el Jurado Premio Alberto Farina le dio a su director la Mención a la Mejor Dirección de Actores “porque logra una gran homogeneidad en el trabajo actoral del elenco”. Paradójicamente suele ser inusual que los directores del cine independiente se preocupen por marcar a sus actores, en este caso Pablo Guallar lo hizo.
La consagración de la nada, de Mariana Grasso y Emiliano Spampinato. Película con un punzante argumento que cuenta la historia de cinco jóvenes que deciden convivir alejándose de las normas establecidas para crear sus propias reglas en las que no hay términos medios.
Mangostas, de Alejandro Castro Jaramillo. Un filme del cual el espectador recibe mensajes fragmentados con la historia de una joven que, inesperadamente, debe afrontar la realidad y para hacerlo busca la ayuda de personas que quizá no son tan reales.
Vivir de paso, de Mario E. Ortiz. Una película con un tratamiento inusual sobre la desorientación de algunos jóvenes que no son conscientes que el estilo de vida que eligen puede tener consecuencias adversas para ellos mismos. En el relato del espectador pueden quedar cuestionamientos sobre lo fugaz de la existencia y sobre la pregunta sin respuesta: ¿para qué estamos aquí?
La conclusión a la que llega el cronista luego de haber visto los diez largometrajes que compitieron es que algunos de los jóvenes realizadores del cine independiente que se presentaron, si bien no han abandonado aún sus “ideales” de un cine hermético, paulatina y quizá inconscientemente demuestran en sus realizaciones la intención de entretener al espectador, que puede que sea uno de los más sólidos fines del arte cinematográfico.
Carlos Herrera